La historia de Alejandra: la médica que pasó de sostener la mano de los pacientes a acompañar a su papá en sus días finales en terapia intensiva
Miguel y Teresa Lupis, un amor que lleva 56 años y que espera superar la pandemia de coronavirus
El hombre se contagió de coronavirus en el geriátrico en el que vive. “Solo puedo entrar a visitarlo un rato, pero para él y para mi es un montón”, destacó. Los hermanos decidieron rechazar el respirador en caso de que requiera más oxígeno.
Alejandra Lupis es kinesióloga de la terapia intensiva del Hospital Meléndez, de Adrogué. Su papá Miguel tiene 88 años y se contagió de coronavirus en el hogar de ancianos donde vive junto a Teresa, su compañera de vida desde hace 56 años. El sábado lo internaron y la familia decidió que no lo intuben en caso de necesitar de un respirador. La historia de la médica que pasó de sostener la mano de sus pacientes a acompañar a su padre en el momento más difícil.
Como está en la primera línea contra el covid-19, Lupis durante meses se cuidó de visitar a sus papás para no llevarles la enfermedad. La primera vez que se contagió fue en septiembre y quedó “fuera de combate durante tres semanas”, como le gusta decir a ella. “Cuando me dieron el resultado positivo me corrió una película de los pacientes que atendimos, muchos que murieron a pesar de hacer todo”, rememoró en diálogo con TN.com.ar.
Como kinesióloga recibió la primera dosis de la vacuna Sputnik V el 29 de diciembre, el primer día que comenzaron a inmunizar al personal de la salud en la Argentina. La segunda dosis se la aplicaron el 21 de enero y a los diez días se volvió a contagiar: “Por suerte en una forma mucho más leve”, contó y remarcó que con su experiencia entendió “que podés enfermarte una y otra vez y no se puede bajar la guardia”.
Durante los primeros 14 meses de la pandemia fue el último contacto entre los pacientes y sus familias. “Somos la mano del familiar que no puede pasar, los que podemos contener más allá de la atención de la salud”. Hoy, le toca estar de los dos lados.
Miguel se contagió en el hogar de ancianos donde vive y donde recibió la primera dosis de la Sputnik V y la antigripal. Todavía faltan unos días para que se cumplan los tres meses para recibir la segunda, pero aún si le llegara el turno no va a poder asistir. Está internado desde el sábado a la noche en el Hospital San Carlos de Capitán Sarmiento con diagnóstico de covid positivo. Llevaba siete días desde el test positivo cuando requirió ser hospitalizado.
Teresa también está vacunada con una dosis, pero como ingresó al hogar de ancianos después que Miguel recibió la AstraZeneca de Covishield. Tiene 85 años y lleva cinco días desde que el test también le dio positivo, por el momento se encuentra en buen estado de salud, con un poco de dolor de garganta. Por estas horas su mayor preocupación es la salud de su compañero de toda la vida.
Además de ser el nexo entre sus pacientes y sus familias, Alejandra ahora es quien comunica a sus tres hermanos y a su mamá con su papá. “Cuando supe que lo llevarían a internar solo pedí que alguien pudiera darle la mano, como yo lo hice con tantos pacientes, pero mi deseo fue doblemente respondido, ya que me permitieron que sea yo misma quien le tienda la mano”, agradeció. Y destacó la sensibilidad de los doctores: “Solo puedo entrar a visitarlo un rato, pero para él y para mi es un montón”.
Miguel llegó al Hospital San Carlos luego de varios intentos por conseguir una cama. “Estuvimos dando vueltas por todos lados para traerme hasta acá. Un infierno”, contó horas después en mensaje de audio que Alejandra grabó para la familia. Allí también dijo que cree que el respirador “es el paso previo a la muerte” y eligió que en caso de necesitar más oxígeno “estar tranquilo con la máscara” y que no lo intuben.
Los cuatro hijos coinciden con su papá ya tienen la decisión tomada. “No lo queremos. Tiene 88 años y sabemos que si entra las posibilidades son muy pocas y el sufrimiento mucho”, evaluaron al rechazar la opción del respirador.
En el mensaje que Miguel le manda a Teresa y a sus hijos dice que lamenta no tener nada bueno que decir y asegura que se está “aguantando todo”, pero prefiere no contárselo a su compañera de vida. “Dice que soy un llorón”, recuerda. Llevan 56 años juntos, cuatro hijos, siete nietos, bisnietos, una tátara nieta y una vida que quieren seguir compartiendo en familia cuando pase la pandemia.
En cuanto al manejo de la pandemia, Lupis sostiene que “la responsabilidad de los ciudadanos es muy importante”, pero cuestiona que “falta control para que las normas se cumplan”. “Con respecto a la vacunación no estamos bien, pero lamentablemente no somos la excepción en el mundo. Me da bronca la politización y la mezquindad de algunos países. No entienden que de esta saldremos solo si salimos todos”, analizó, en un alto que se tomó para dialogar con este medio entre la atención de sus pacientes y la visita a su papá.
Fuente: TN Noticas