Cosquín 2022: un cierre a pura fiesta con la chaya de Sergio Galleguillo
La edición 62 del festival se confirmó como la del reencuentro entre público y artistas. La última noche mostró una Plaza Próspero Molina casi repleta.
Con ocho lunas sobre las espaldas, el Festival Nacional del Folklore tuvo una velada de despedida a la altura de una de las ediciones más especiales de su historia.
El festival del reencuentro entre público y artistas: así será recordado Cosquín 2022, que volvió a confirmar su centralidad en el universo cultural argentino con un cierre a toda orquesta.
Cuando cerca de las 4 de la madrugada Sergio Galleguillo comenzó a despedirse de su público fiel, la Plaza Próspero Molina ya era un tendal de harina, espuma y restos de una chaya que había dejado su huella no sólo en los corazones presentes.
A esa altura, el clima de fiesta se había instalado completamente y las últimas butacas de la platea presentaban varios claros por una simple razón: mucha gente se había ubicado en los pasillos y sobre las sillas para poder disfrutar del show del riojano en medio de infinitas nubes blancas que salían disparadas por los aires. La promesa del carnaval se había cumplido, incluso en la última madrugada de enero.
CONTRATIEMPOS Y TRAYECTORIAS
Minutos después de las 22, tras el espectáculo de fuegos artificiales, el comienzo oficial y el homenaje del ballet Camin al personal esencial, el Dúo Coplanacu inició su actuación con Algarrobo algarrobal y un imprevisto generó confusión. El bombo de Julio Paz dijo basta en esa primera canción y el músico tuvo que pedir un de repuesto con una catarata de humoradas que alivianó las tensiones.
No es fácil sobreponerse a los contratiempos, pero el carisma de Paz hizo el resto. El músico bromeó con la situación («lo he agujereado fiero», aseguró) y contagió con su ya característica chispa. Y cuando le trajeron un reemplazo, todo volvió (casi) a la normalidad.
Si bien los Copla suelen ser un número efectivo para los festivales populares, se los notó un tanto dispersos y con algunos problemas de volumen en el arranque. La garra de Paz y Roberto Cantos hizo que el concierto saliera a flote. Alma challuera, Escondido del rezabaile, Inti Sumaj, Retiro al norte y Camino a Telares fueron algunos de los clásicos de su repertorio que sonaron. Sobre el cierre, fueron reconocidos por el festival por sus tres décadas de trayectoria. Y el dúo cumplió con La algarrobera.
Algo similar sucedió con Yamila Cafrune, que también fue reconocida por sus 30 años con la música luego de haber arrancado su espectáculo con varios acoples.
A solo unas cuadras de la Próspero Molina, en 1992, el animador Julio Mahárbiz la escuchó cantar y la invitó a sumarse al festival al día siguiente. Desde entonces, la hija de Jorge Cafrune ha continuado la senda de su padre, a quien recordó sobre el cierre de su presentación.
También hubo mención para Ariel Ramírez antes de Juana Azurduy, una versión que contó con la participación del Tango Jazz Quartet. Para los bises llegaron otros dos clásicos: De mi madre y Zamba de mi esperanza, esta última cantada codo a codo junto al público.
Tras el final de Cafrune, el escenario circular se dio vuelta y presentó a Las Voces de Orán, quienes celebraron el aniversario 50 de su consagración en el festival en 1972, con Chaya de los pobres, que abrió la actuación de este domingo.
La actuación del grupo salteño estuvo atravesada por la emoción. No solo por el medio siglo cumplido desde su consagración, sino también por la ausencia de Roberto Franco, fallecido por Covid-19 durante la pandemia.
La voz quebrada y afectada de Federico Córdoba fue el corolario de una actuación que tuvo condimentos de nostalgia de principio a fin y contó con la presentación de un nuevo integrante, Nicolás Verón.
«Lástima que los gauchos tenemos poco tiempo», dijo Córdoba entre La taleñita y Chacarera para mi vuelta, las dos piezas que cerraron la actuación del grupo. Por supuesto, tenía que haber «otra». Y llegó después de un brindis de Córdoba, que recordó a Horacio Guarany («le gustaba el agua turbia») y a su compadre, el Chango Nieto. Mientras giraba el escenario, el público despidió al histórico conjunto con una ovación a la altura de la leyenda.
VÍSPERAS DE CARNAVAL
Después de las premiaciones de cada final de edición, la delegación de La Rioja se presentó en el segmento Postales de provincia y los problemas técnicos volvieron a aparecer. Tras algunos minutos de incertidumbre, todo continuó.
Pocos después de la 1, fue el turno de Facundo Toro. El salteño fue bien recibido por una plaza que disfrutó de su mixtura de folklore tradicional y pop romántico. Pero su segunda presencia en el festival (ya había estado con Los Nombradores del Alba) hizo ruido para quienes saben lo difícil que es ser programado en el festival.
De hecho, sus compañeros Nacho y Daniel se sumaron para hacer una canción que ya habían interpretado juntos en esta edición, Aire. ¿Acaso no hubiera correspondido darle uno de esos dos lugares a otro artista? Poco le importó al público fiel que celebró el show de Toro, con preaviso de carnaval y Candombe para José incluido.
La presencia de Los Alonsitos, también celebrando un aniversario redondo desde su Consagración (que fue en 1992), elevó aún más la energía de una plaza que estaba cada vez más lista para chayar hasta tarde. Con clásicos del chamamé como El gateao, Ladrillo bayo o Laguna Totora se vieron varias nubes de harina sobrevolando al público y muchas parejas bailando.
Finalmente, tras la presencia de Trajinantes como último número previo (incluyendo una festejada y gritada versión de Entre a mi pago sin golpear), llegó el momento de Galleguillo.
De entrada, todo fue fiesta con el riojano, que con Volver a Tilcara inició un desfile de hits (¿está bien decirlo así en Cosquín?) para el delirio de su gente. Es que el riojano demostró que tiene peso propio en el universo festivalero, sobre todo en la previa del carnaval de su provincia (que por supuesto publicitó).
La actuación de Galleguillo convirtió a la plaza en una verdadera celebración popular y el entusiasmo se multiplicó con el correr de las canciones. Fue, sin dudas, un gran acierto para el cierre del festival, que suele tener una menor concurrencia en sus últimos domingos. 2022 rompió la tendencia y la novena luna registró una ocupación que se acercó bastante al 100%.
Además, Galleguillo tomó por asalto el escenario y se lo adueñó. Cantó zambas y chacareras que se le vinieron a la cabeza en el momento y tuvo un desfile de invitados. Primero Juan Fuentes, para Estoy de vuelta, y de imprevisto se sumaron Facundo Toro y Daniel Campos para improvisar Carpas de Salta y La cerrillana. «Así es la chaya, me caen a mi casa y se quedan», explicó el riojano.
También se subieron al Atahualpa Yupanqui Gino Rodríguez, de Trulala (Sueño contigo) y, en el cierre de la transmisión televisiva, Las Voces de Orán (Carnaval de La Rioja y La taleñita). Ese fue quizás el punto culmine de la noche, con los músicos salteños luciendo ramitas de albahaca en sus orejas y saltando para agitar al público como si 50 años no fueran nada.
Niñachay y La dueña de mi sentimiento prolongaron el clima festivo y abrieron el segmento final del show, que se extendió hasta después de las 4 y le puso un moño celebratorio a Cosquín 2022.
Con la cercanía de la mañana, la Próspero Molina se preparaba para ser adaptada (sin butacas) para una nueva edición de Cosquín Cuarteto a realizarse entre este lunes y martes. ¿Podrá el festival cuartetero superar el fervor que se vivió en este preludio de chaya?
Fuente: Nueva Rioja