Eficiencia energética, clave para reducir los subsidios de menor impacto en las tarifas
Argentina podría lograr un ahorro de alrededor de US$ 2.000 millones por año, un monto equivalente a casi el 15% de lo que demandarán en 2022 los subsidios al sector.
La Argentina podría lograr un ahorro de alrededor de US$ 2.000 millones por año en energía, un monto equivalente a casi el 15% de lo que demandarán en 2022 los subsidios al sector, si se llevan a cabo inversiones para reconvertir parte de la matriz de consumo residencial.
Así lo señaló a Télam el director ejecutivo de la firma BGH Eco Smart, Diego Simondi, en referencia a uno de los aspectos menos considerados de las diferentes iniciativas para avanzar en el ahorro energético en el ámbito familiar, así como el empresario y el de la planificación pública.
En un contexto en el que algunos especialistas proyectan un gasto en subsidios al sector energético de 15.000 millones de dólares para el corriente año, las políticas de eficiencia energética –así como las múltiples tareas individuales, familiares, vecinales y comunitarias- podrían transformarse en una suerte de «tercera vía» para atenuar el impacto en las tarifas de servicios públicos.
La Argentina, al igual que la mayoría de los países en vías de desarrollo, corre en ese sentido en desventaja respecto de los países centrales, en especial los de la Unión Europea y Estados Unidos, que desde mediados de la década del ’80 del siglo pasado vienen llevando a cabo políticas que apunten a un ahorro de la energía y, a la vez, desacoplar su consumo de la actividad económica en general.
El fenómeno fue presentado recientemente por el presidente de BGH, Alberto Hojman, en el encuentro por los 20 años de la Asociación Empresaria Argentina (AEA).
En esa oportunidad, Hojman comparó la evolución del producto bruto y el consumo de energía en los países desarrollados, que consiguieron desacoplar las dos variables, y en la Argentina, donde hay una correspondencia directa entre crecimiento económico y demanda energética.
«En ese aspecto, el mundo desarrollado está un paso adelante», señaló Simondi a Télam, luego de puntualizar que «hace décadas que está instalada una conciencia ciudadana, surgida de planes educativos específicos».
Simondi advirtió que «no se trata sólo de una cuestión de principios sino por una necesidad: para los países europeos, la energía es mucho más cara y los recursos menos disponibles que para nosotros», una realidad que cobró especial relevancia a partir de la invasión de Rusia a Ucrania y el conflicto en la provisión de gas y petróleo.
En ese aspecto, puso de relieve que «en la Argentina tenemos una ventaja impresionante, no sólo frente a la Unión Europea sino también en comparación con otros países de la región, porque somos generadores de energía».
«Además, con el gasoducto (Néstor Kirchner), la Argentina podría ser exportador de gas en un tiempo no muy lejano», agregó.
Consumo residencial
Dentro de la Argentina, las asimetrías en la distribución de los subsidios y, en consecuencia, los diferentes valores pagados por los usuarios, derivó en que «en el interior haya un poco más de conciencia» de ahorro y eficiencia energética que en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), dijo Simondi en base a resultados de relevamientos industriales.
Si bien destacó la importancia de las políticas de Estado y de las decisiones empresarias, el directivo puso el acento en el consumo residencial.
Al respecto, destacó que «el 40% del consumo energético en la Argentina es residencial y dentro de él, 60% corresponde a climatización», con equipos de aire acondicionado y de calefacción.
La información es corroborada por la Secretaría de Energía que, en base a relevamientos de Enargas y Cammesa, comprobó que el 35% del total del consumo de energía familiar (gas y electricidad sumados) es por calefacción, 18% a cocción de alimentos y 17% para contar con agua caliente.
En la actualidad, el parque de equipos de aires acondicionados frío/calor residenciales se estima en 14 millones de unidades, «pero por lo menos la mitad son de clase ‘D'», una tecnología obsoleta que ya se dejó de comercializar.
«Si se reemplazaran los equipos clase ‘D’ por los de clase ‘A’, se podrían lograr ahorros de hasta 2.000 millones de dólares por año», señaló el directivo.
Simondi dijo que se requerirá de una inversión «por única vez» de 4.000 millones de dólares para renovar la mitad del parque actual de aires acondicionados.
Pero los ahorros podrían extenderse a otros electrodomésticos de uso masivo, entre los que sobresalen las heladeras
Se trata de «el primer electrodoméstico etiquetado», en un proceso iniciado en 1999 y que dio lugar a que desde 2006 se pasase a etiquetar todo el resto de los artefactos, indicó Simondi, para quien «si a esto le sumamos la provisión de lámparas LED, podemos decir que ya se hizo mucho».
Fuente: Nueva Rioja