Facebook y la fragilidad de la economía digital
Aun cuando parece que el apagón del lunes 4 fue sólo un accidente, sus terribles efectos imponen a la comunidad internacional discutir sobre su regulación. El doctor en Ciencias Sociales Eduardo J. Vior analiza lo ocurrido con la mega empresa.
Según fuentes oficiales, «problemas de red» fueron los culpables de la interrupción masiva de todos los servicios de Facebook Inc. este lunes 4. «Nuestros equipos de ingeniería han averiguado que los cambios de configuración en los enrutadores troncales (…) causaron problemas que interrumpieron la comunicación», declaró el vicepresidente de Ingeniería de la empresa, Santosh Janardhan. Aparentemente, al tratar de reconfigurar el servidor central que distribuye el tráfico por la red mundial de la empresa, éste habría caído. Como consecuencia, todo equipo que haya intentado comunicarse con las redes de la compañía recibió como respuesta que las mismas no existían.
El problema se agravó todavía, porque la interrupción también afectó a los propios sistemas y herramientas internos de Facebook. The New York Times hasta publicó un rumor según el cual los técnicos tuvieron que usar una moladora, para abrir en Santa Clara, California, la sala donde se encuentran los routers, dado que todas las puertas de la compañía se operan con tarjetas comandadas por el mismo servidor que colapsó.
Facebook Inc. no sólo es propietaria de Instagram y WhatsApp, sino también del gigante de la realidad virtual Oculus, de Workplace, de los productores de altavoces inteligentes Portal y de la empresa de monederos digitales Novi. El año pasado sus ingresos por publicidad ascendieron a 84.000 millones de dólares, 15.000 millones de dólares más que en 2019.
Ahora, en cambio, se estima que por el colapso de la red la riqueza personal de Zuckerberg se redujo en más de 6.000 millones de dólares en unas pocas horas. Una venta masiva hizo que las acciones del gigante cayeran el lunes un 4,9%, lo que se sumó a una caída de alrededor del 15% desde mediados de septiembre por las denuncias de “incorrección política”.
En septiembre del 2020 una denunciante anónima había presentado una queja ante fuerzas federales afirmando que la propia Facebook reconocía internamente que su falta de interés en combatir el odio y la desinformación en la plataforma. Durante una entrevista con el programa 60 Minutes que se emite por CBS, el domingo pasado esa mujer se identificó como Frances Haugen y relató que fue ingeniera de datos en la unidad de Integridad Cívica de Facebook desde 2019 hasta mayo de 2021 y fue responsable de censurar las informaciones engañosas durante la campaña electoral de 2020.
En esa época Haugen copió en secreto decenas de miles de páginas de una investigación interna en la que la empresa reconoció que estaba mintiendo al público sobre su lucha contra el odio y la desinformación en la plataforma.
Este martes 5, en tanto, la ingeniera declaró ante el Subcomité de Comercio del Senado, ocasión en la que sostuvo que «la gerencia de la compañía sabe cómo hacer que Facebook e Instagram sean más seguros, pero no harán los cambios, porque saben que, si cambian el algoritmo para impedir la publicación de contenidos agresivos, racistas o violentos, la gente pasará menos tiempo en el sitio y [la empresa] ganaría menos dinero, explicó. Los productos de Facebook dañan a los niños, avivan la división y debilitan nuestra democracia, sintetizó, por lo cual se requiere la intervención del Congreso. [La empresa] no puede superar esta crisis sin su ayuda», terminó Haugen.
Obviamente, si alguien hubiera querido hacer colapsar la economía mundial, no habría encontrado mejor lugar para golpear. Sin embargo, por ahora no hay evidencia de que haya habido una acción intencional. De todos modos, el episodio demuestra la extrema fragilidad de esta economía digital. Millones de pequeñas y medianas empresas en todo el planeta dependen de las redes de una única empresa para su desempeño cotidiano y este lunes han perdido decenas de miles de millones de dólares. La catástrofe ha hecho sonar todas las alarmas y el debate sobre la regulación estatal e internacional de Internet se ha hecho insoslayable.
Fuente: Télam