Triunfazo: el Independiente de Tevez le ganó en el final a Vélez con un polémico penal
Con el corazón galopando hasta hacer estallar el pecho. Con una intensidad que no había mostrado en todo el año. Con dinámica. Con sacrificio. Con garra. Con ritmo. Con los huevos que Carlitos Tevez había pedido en la semana. Con más obreros que capataces. Con todo eso, Independiente volvió a ser un equipo. Un conjunto solidario en el que la inversión de sudor se repartió de forma equitativa. Por eso le ganó a Vélez de forma agónica, salió de la zona de descenso y volvió a respirar. Por eso la cancha estalló en un desahogo tremendo.
En la primera etapa se advirtió un cambio en la intención del Rojo con respecto a los que se vio durante el ciclo de Ricardo Zielinski. El equipo se paró con un 5-3-2, con tres zagueros para intentar resolver las falencias en el juego áereo que vienen de arrastre. Lo que cambió fue la agresividad a la hora de ejercer presión, aunque el cuerpo técnico sabe que deberá trabajar y mucho en el aspecto físico para mantener la intensidad a la hora de morder por períodos más prolongados. El conjunto del Apache mostró vocación ofensiva: los laterales, Isla y Pérez, se proyectaron con asiduidad. Y los volantes interiores, Ortiz y Mancuello, se desprendieron de la zona de mediocampistas para llegar a posición de remate.
La primera etapa se desarrolló en un marco de mucha lucha en el medio. Sin embargo, el local fue el dueño de la pelota con un 61% de posesión, asumió un rol protagónico y generó más situaciones de gol que en todos los últimos encuentros juntos: un centro muy venenoso de Canelo que no llegó a empujar Giménez, un disparo de Mancuello que tapó Burián, un cabezazo de Canelo que contuvo el arquero un disparo de Laso que obligó a un cierre providencial de Valentín Gómez y un bombazo de Pérez que aterrizó en el techo del arco. Vélez también tuvo lo suyo con un gran disparo de Bou que llevó a Rey a exhibir sus reflejos y Laso. De todas formas, el dueño de las acciones fue el equipo de Avellaneda.
El segundo tiempo transcurrió en un escenario de mucha tensión. Independiente continuó con su estrategia ofensiva, intentó ocupar campo contrario y achicar líneas hacia adelante. Un golazo de Giménez Rojas abrió el encuentro. Fue un grito que cortó una racha adversa de 461 minutos sin convertir por torneos de AFA. Vélez sintió el impacto, salió desesperado a atacar y quedó expuesto. Lejos de replegarse como solía hacer durante la etapa de Zielinski, el dueño de casa intentó mantener su rol protagónico, procuró asfixiar al adversario en la salida y, como el Fortín quedó partido, los delanteros del Rojo se fueron mano a mano con los zagueros tras cada recuperación.
Independiente tuvo vocación ofensiva, aunque también mostró algunas grietas en el fondo cuando Vélez se decidió a presionar. De una pérdida de Marcone en un lugar inoportuno nació la más clara del visitante, pero Bou, con el arco a su merced, demoró en definir y Rey tuvo una atajada que se gritó como un gol. El último cuarto de hora fue un parto para el equipo de Avellaneda: presos de un nerviosismo creciente, los dirigidos por el Gallego Méndez no encontraron juego fluido, pero se dedicaron a empujar. Tevez buscó oxigenar al conjunto con los ingresos de López, Elizalde y Cauteruccio. El Rojo sintió, y mucho, el desgaste físico. Y Marcone, quien durante el encuentro tuvo muchas pérdidas de pelota en lugares y momentos inoportunos, cometió un error fatal que luego capitalizó Castro para sellar el empate. Sin embargo, el partido, que fue una montaña rusa de emociones, tenía reservado un capítulo más: Valentín Gómez cometió un penal que Giménez ejecutó con mucha frialdad en un momento caliente.
Olé